Por
José Miguel “Yoss” Sánchez
La fotos son de los participantes a Les Imaginales 2014 ¡Gracias!
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Afiche oficial de Les Imaginales 2014 por Juan Miguel Aguilera |
ANTES
DE SUBIR AL AVIÓN
Casi
terminando octubre del 2013, y mientras ya comenzaba con los preparativos para
ir a la Feria del Libro de Ecuador, mi amiga y traductora francesa, Sylvie Miller, me envió un e-mail, tras casi 3 años sin tener noticias de ella.
En
el escueto mensaje me contaba de sus avatares como autora, de su exitosa serie
de Jean-Philippe Lasser, el detective de los dioses, escrita a cuatro manos con
Philippe Ward, su ex pareja y editor de la pequeña editorial Riviere Blanche,
con la que publiqué en 2009 mi primer libro en francés, Interferences… y sobre todo, me preguntaba si yo estaría disponible
a finales de mayo del año siguiente para acudir a Les Imaginales 2014 en
Epinal, pues una de las organizadoras históricas del evento, Stephanie Nicot,
estaba empeñada en invitarme, dado que la 13ra edición estaría especialmente dedicada
a los autores en español.
¿Dudarían
ustedes un solo instante si los invitaran al Paraíso? Antes ya había estado 2
veces en Les Imaginales: en el 2002, en su segunda edición; y en la décima, en
el 2011. Y la fiesta lorenesa del fantástico francés, segunda de Europa por su
importancia, y sólo a la saga de Les Utopiales de Nantes, me había hecho sentir
en la gloria. Mesas de autores para firmar libros, salas de juegos, disfraces, entrevistas,
amigos, lectores, cuatro días de camaradería fantástica entre fantásticos
autores ¿quién podría resistirte a más de eso?
Obviamente,
dije que sí…y confiado en la proverbial seriedad de los franceses en asuntos de
cultura, me olvidé del asunto, más preocupado y a más corto plazo por los
pasajes para Quito que no llegaban, los amigos que no podrían ir a la ciudad
ecuatoriana, como Susana Sussmann, atrapada en Caracas como tantos venezolanos
por culpa del boicot de las aerolíneas contra el gobierno de Nicolás Maduro,
etc.
Pero,
como de las peripecias del viaje a la Feria sudamericana junto con el amigo y
colega Raúl Aguiar ya hablé bastante en mi crónica La Latinoamérica fantástica avanza, concentrémonos en Les
Imaginales 2014.
Llegó
el 2014, llegó y pasó la Feria del Libro habanera, y a mediados de febrero vi
en mi buzón una notificación de facebook, en la que Juan Miguel Aguilera,
dibujante y sobre todo autor reconocidísimo (El Refugio; Mundos en la
Eternidad; Rihla; La locura de Dios) del fantástico español, a quien
conociera justamente en 2002 en mi primera visita a la ciudad del Mosela, me
avisaba de que Javier y él también acudirían allí a finales de mayo. Aunque las
primeras novelas de Juanmi fueron escritas a cuatro manos con Javier Redal,
supuse que no se trataba de él, sino de otro grande del fantástico español: Javier Negrete (La mirada de las furias;
Alejandro Magno y las águilas de Roma y la serie de Tramórea) con quien,
tras entablar tremenda amistad en mi primera visita a Francia, para Les
Utopiales de 2002, nunca había vuelto a coincidir… mientras que a Aguilera lo
había visto dos veces más (aunque nunca suficiente): en la Semana Negra de Gijón
en el 2004 y en Castellón en el 2011.
Como,
y por cortesía de Cubarte, en casa tengo correo electrónico, pero no conexión
plena a Internet, decidí dejar para luego lo de contestarle a Juanmi… y lo fui
dejando. Entretanto, y no sé cómo, el argentino Leandro Avalos Blacha localizó
mi mail y se comunicó conmigo avisándome de que él sería el cuarto invitado
hispano a Epinal, pidiéndome que le remitiera algo de lo que había publicado en
francés para leerlo “y no llegar completamente ignorante de lo que hacían los
colegas”. Ni corto ni perezoso le envié País
grande, país pequeño, el fix-up de tres relatos que mi amiga y ángel
guardián Sylvie tradujera al francés como Interferences.
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Juan Miguel Aguilera |
Bueno,
la representación española iba a ser de lo más selecta, eso era seguro. Me
pregunté si Leonardo se afeitaría la cabeza, como Javier y Juanmi, o usaría
melena como yo. ¿Seríamos el peludo y los tres pelados, o 2 y 2? Y me imaginé
que si en el 2002 Aguilera, su esposa mexicana Alejandra y yo nos habíamos divertido de lo lindo, lo
mismo que yo en el 2011, sin nadie más que Sylvie con quien hablar español,
tener toda una “barra latina” iba a ser una variación muy agradable. Y
agradecida: porque si mi dominio del francés ha mejorado algo en los últimos
años, hasta el punto de que ya puedo entenderlo casi todo si hablan despacio,
la verdad es que mi acento no ha sufrido el mismo proceso y las malditas
liassons del idioma de Voltaire y Racine me siguen golpeando duro. Por más que
algunos amigos, como la norteamericana Robin Hobb, hayan llegado a escribir que
me comunico perfectamente… con la cara y las manos más que con la lengua, eso
sí.
Confieso
aquí sin pena que mi idea original, aprovechando al máximo como buen cubano que
los organizadores del evento en los Vosgos ya me pagaban cel ostoso pasaje a
Europa, era seguir de Francia a España. Pasar por Barcelona a ver a mi hermano,
a mi socio Vladimir y otros amigos varios, quizás dar un saltico a Mallorca
para ver a Camila, la hija de Bruno Henríquez y sobre todo a Ibis para que me
organizara una presentación en alguna librería y que el viajecito me saliera
gratis, luego seguir a Castellón para pasar un fin de semana con los socios
Carmen y Ricardo, de la revista fantástica miNatura,
y de ahí a Benidorm, para ver a Tania, recientemente enviudada, con sus dos
adorables vástagos… y tan ambicioso itinerario se lo comuniqué por e-mail a
Marion, la encargada de los pasajes de Les Imaginales, solicitándole que en vez
de regresar el 26 me pusiera el regreso el 6 de junio, y si fuese posible desde
España.
Nunca
ponderaré lo suficiente su comprensión y paciencia: inicialmente me encontró
una combinación perfecta, con Air Europa, regresando justo la mañana del 6
desde Madrid. Mi hermano, por su parte, a mi solicitud y aprovechando su
disponibilidad de Internet, encontró un interesante pasaje
Luxemburgo-Barcelona, por 60 euros, luego un autobús desde la ciudad condal
hasta Madrid, por sólo 32 ¡menos de 100 euros!
¿Se
podría caso pedir más? yo estaba encantado. Parecía un plan perfecto.
Por
desgracia, como los mejores planes de ratones y de hombres suelen frustrarse en
un abrir y cerrar de ojos, el dinero extra con el que contaba para no ir dando
vueltas por Europa con los bolsillos vacíos no llegó a tiempo, pues mi editorial
norteamerciana, Restless Books, que ya en el 2013 me había pagado 2000 dólares
de adelanto por la publicación digital en inglés y español de mis novelas Se alquila un planeta y Super Extra Grande, no me haría llegar los
otros 2000 que aún me adeudaba sino hasta la aparición de ambos libros… a
principios de noviembre.
Pequeña
tragedia, esa demora; mi economía personal, como la de todo buen escritor
independiente, se parece bastante a la marcha de Tarzán por la jungla por
encima de hambrientos cocodrilos y leones… sólo que en vez de balancearse de
liana en liana como el hombre mono, yo lo hago de premio en pago por
conferencia, de derechos de autor por un libro a adelantos por otro... y a
veces me muerden los talones las fieras de la pobreza.
Y
sin dinero ni para la casa, pensar en tan ambicioso recorrido se volvía
absurdo.
Así
que hice de tripas corazón y le escribí a Marion anulando la espléndida idea
original, sniff, sniff. Por lo que quedó conformado el plan de una especie de
incursión comando cubana en Europa: salida el martes 20 de mayo en la noche
hacia París, con escala en Madrid. Del aeropuerto de Orly, sitio en el que me
dejaría el avión a media tarde del miércoles 21, taxi o metro hasta la Gare de
l´Est, donde ya me habían reservado un pasaje en tren hasta Nancy, saliendo a
las 7 pm para llegar a las 8 y media de la noche a la capital de la región de
Lorena, donde un auto me llevaría finalmente a Epinal… casi 24 horas después
(considerando diferencias horarias) de haber partido desde La Habana. Y, tras 4
días en Les Imaginales, el regreso el domingo 25 en la noche sería por el
estilo; sólo que entonces dormiría en un pequeño hotel parisino, para tomar el
avión vía Madrid en la mañana del lunes 26.
Viajero
habitual, me asesoré sobre la temperatura en Epinal (impredecible, a grandes
rasgos, entre 17 y 28 grados; habría que llevar chaqueta, por si acaso) decidí
no llevar maleta, sino sólo la cómoda mochila (en su mayor parte llena de
libros míos para reglar… o vender, si el asunto monetario resultaba estar tan
mal como parecía, o peor), pedí prestados 50 euros para gastos de taxi, metro y
eventualidades varias, y tras despedirme de madre, novia e hijo de la novia,
subí al auto de mi socio Sergio camino al aeropuerto internacional José Martí.
EL
VIAJE Y LA LLEGADA
Aunque
no creo que nadie robe libros en los aeropuertos, ni siquiera en Cuba, por si
acaso protejo con nylon mi único equipaje. ¡Cómo ha subido el precio del
servicio! 8 cuc por convertir mi mochila en algo bastante parecido a una mosca
envuelta en la seda de una araña gigantesca.
Por
suerte, como miembro de la UNEAC en viaje por motivos culturales, tengo derecho
a una envidiable carta que me permite pagar el impuesto de aeropuerto en pesos
y no en cuc. 25 de unos apenas si hacen 1 del otro. Gran ahorro, pese al lío de
la doble moneda.
El
control de Aduanas siempre es igual: quítese el pañuelo de la frente, mire a la
cámara, evidentes dudas de que yo sea yo. Pero peor es el paso por el detector
de metales; para mí, que uso muñequeras, cinturón y botas llenas de hierros, se
parece bastante a un striptease. Bueno, mantener el estilo exige ciertos
sacrificios… y al menos ya tengo bastante práctica en esto de quitarme y
ponerme accesorios con rapidez. De todos modos mis anillos, que no puedo
remover de los dedos, generan siempre miradas suspicaces ¿cómo la pasarán los
infelices portadores de piercings? Mejor ni pensar en eso.
Pequeño
problema. Mi traqueteado libro electrónico, donde estaba leyendo La espada de fuego, primer libro de
Tramórea de Javier Negrete (para actualizarse con la obra de los amigos antes
de reencontrarlos) temperamental como siempre, se bloquea un par de horas antes
de salir. Tengo que cargar con El año del
diluvio, de Margaret Atwood, una especie de secuela postcatastrofista de la
genial Oryx y Crake, su segunda
novela de CF. Abulta un montón en el bolsillo de mi pantalón militar, pero son
más de 500 páginas; espero que me dure hasta París, o al menos hasta Madrid. Y
que mi e-reader se recupere, o preveo unos días algo aburridos.
Air
Europa es una compañía singularmente ahorrativa… por no decir tacaña; otras
regalan los audífonos para poder escuchar música y las películas; ellos los
venden. En el catálogo de artículos de oferta a bordo, 3 euros; y encima han
cambiado la conexión, así que los que tengo desde el 2010 ya no sirven. Primer
gasto imprevisto, pero vale la pena.
Tras
la comida, leo un poco y trato de dormirme enseguida, para suavizar el jet lag,
siempre peor al viajar
hacia el este… pero la programación de cine me tienta;
primero un capítulo de The Big Bang Theory,
la serie emblemática de los nerds de todo el mundo, luego el filme Operación Sombra, una aventura en el
nuevo Moscú de Jack Ryan, el incombustible héroe de la CIA creado por el
recientemente fallecido Tom Clancy, con Kevin Costner en un papelito
secundario, pero muy sólido. Por suerte, el segundo largometraje, Anchorman 2, secuela de una comedia sobre
los presentadores de TV americanos de los 80, resulta bastante soso y cuando
sirven el desayuno he logrado dar una cabezada de al menos 4 horas.
Entre
col y col, cuando ya descendemos sobre Madrid, acabo con El año del diluvio… y lo dejo en la bolsa tras el asiento
delantero. No voy a cargar con semejante mamotreto, sobre todo porque en casa
lo tengo digital. Cómo han cambiado los e-readers la tradicional actitud
posesiva del lector del fantástico.
Las
clásicas miraditas suspicaces en el control de Aduanas español de Barajas, al
entrar a Europa ¿con que escritor que acude a un evento? ¿vestido de camuflaje
de desierto, con esos bíceps, esa melena y esos tatuajes? Me hacen pasar varias
veces por el detector de metales, como asombrados de que no traiga al menos una
ametralladora escondida en la suela de mis botas.
Ya
me leí la revista de la aerolínea, así que hago de tripas corazón y me compro
algo para no aburrirme: el último número de la revista Scifiworld, con todo sobbre los últimos filmes fantásticos: la
nueva versión de Godzilla, el sexto
filme de los X-Men; Maléfica, la
curiosa precuela de La Bella Durmiente con Angelina Jolie interpretando al hada
malvada, y otros.
Pobre
de la gente que tiene menos de una hora para hacer su conexión en Barajas,
sobre todo si no están en buena forma física o son algo distraídos. Hay que
caminar tanto dentro de este aeropuerto, en el que además no se hacen anuncios
por megafonía, que hay que andar ligero y muy atento a los monitores.
El
vuelo intereuropeo demuestra una vez más de dónde saca sus ganancias Air europa
¡también hay que pagar por la merienda! Una pizza minúscula y regularcita más
una coca cola, 9 euros. A este paso
tendré que tocar la armónica para pagar el metro, de regreso de Epinal.
El
vuelo dura poco más de una hora ¡llegamos adelantados 20 minutos! Impensable
con muchas aerolíneas… bueno, no todo es malo con Air Europa. Aunque sea el
segundo de París, el aeropuerto de Orly es bastante menor que el gigantesco
Charles de Gaulle. Pero lo prefiero; queda mucho más cerca de la ciudad, y como
tengo 3 horas para llegar a la estación de trenes, esta vez no será
imprescindible tomar un taxi.
Sin
dudas mi francés ha mejorado; logro hacerme entender bastante bien por los de
Información, que me indican de dónde sale el Orlybus que llega hasta la parada
más cercana del metro, Denfert-Rochereau, y hasta me dan un plano ¡gratis! (palabra
casi olvidada en Europa). Bien, desde allí hasta la Gare de L´Est, directo por
la línea 4, ni siquiera tengo que cambiar. Estos parisinos piensan en todo.
Hace
frío afuera, me pongo por primera vez la chaqueta de cuero…. bueno, al menos ya
sé que no cargué con ella en vano. Serán unos 15 grados. Confortable, con
abrigo.
Argh…
el Orlybus cobra 7 euros con 50 por un recorrido que en el mapa parece mínimo. Aunque
no es tan rápido, ni tan directo. Primer déja-vú de mi vida; la estación de Denfert-Rochereau
me parece familiar, aunque estoy totalmente seguro de que nunca en mi vida he
pasado por aquí. El ticket del metro sólo vale 1, 50 euros… algunos centavos
más que cuando estuve por última vez, en el 2011; esto sí es inflación.
Qué
suerte haber elegido la mochila y no tener que cargar con ninguna maleta
voluminosa. Los parisinos atropellan para subir a los vagones del ferrocarril
suburbano, sin hablar. Casi se echa de menos a los corteses empujadores del
metro de Tokio, con sus guantes blancos. Por suerte, con el frío todavía no se
desatan dentro del vehículo sobre rieles los olores a multitud típicos de una
ciudad cuya población cree que bañarse en verano es una opción personal y que
los desodorantes son menos importantes que los perfumes.
Estoy
cansado, y el jet lag trata de cerrarme los ojos, pero me concentro en no
dormirme; sería una pena pasarme de estación y tener que dar toda la vuelta. Llegando
a la Gare de L´Est, que sí conozco de anteriores visitas a Utopiales e
Imaginales, corro a validar el billete de tren prereservado… y como siempre, no
doy pie con bola en las máquinas, así que hago la cola en una de las taquillas,
y la funcionaria, muy amable, me lo imprime y de paso ya confirma. Ahora puedo
comer… piden 6,50 euros por un sandwich, pero las tripas me crujen, y aunque
sea en seco (las bebidas cuestan el otro ojo de la cara) tengo que llenarlas
con algo.
Por
suerte, no muy lejos hay un bebedero; como decía aquel viejo animado soviético
de Plumita de Oro, mejor que el agua
no hay nada. Sobre todo si es gratis.
Me
siento a esperar la salida del tren, previsto para un andén… que acaba saliendo
por el de al lado, menos mal que estaba a la viva. Bueno, al menos en tiempo
perfecto: en eso sí que los ferroviarios franceses no tienen nada que envidiarle
a los suizos y alemanes.
Como
otras veces, es el TGV. Wow, qué lujo, qué confort. Me quedan 20 euros, así que
no me atrevo ni a acercarme por el vagón cafetería. El hambre me mantiene
despierto hasta llegar a Nancy… donde al descender, no veo ni rastros del
enviado a buscarme. Ah, y mi teléfono con tarjeta de Cubacel no sirve aquí, por
supuesto, amén de que está descargado y los enchufes europeos redondos no le
sirven a su conector. Tengo que comprarme un adaptador, pero ya. Recuerdo que
en el catálogo de enta a bordo de Air Europa había uno que costaba 24 euros,
pero ¿con qué se sienta la cucaracha?
Entretanto,
como dijo Lenin ¿qué hacer? Recorro varias veces la pequeña estación, hasta que
doy con un trío de personajes con aire de estar buscando a alguien. Reconozco a
Joe Abercrombie, un talludo, barbado y pelirrojo inglés famoso por su serie de
fantasía de La Primera Ley (que tengo en lista para leer ¡benditos sean los
libros digitales!), y respiro aliviado. Contacto establecido.
Converso
algo con Joe, que dice haber salido pocas horas atrás: es fácil y rápido llegar
a Francia cruzando el Eurotúnel bajo el Canal de la Mancha. Más demora recorrer
los 60 kilómetros entre la capital del antiguo ducado de Lorena y Epinal a
orillas del Mosela, así que aprovecho y duermo como un bendito todo el trayecto,
al fin relajado y en buenas manos.
Al
llegar ¡qué agradable sorpresa! descubro que, como en las dos ocasiones
anteriores, me han ubicado en el pequeño pero lujoso hotel Manoir (casa
señorial, en francés, creo) en cuya planta baja está un restaurante 4 estrellas
en la Guía Michelin (o sea, buenísimo… y carísimo) que nunca he probado: Le Manoir des Duqcs.
Más
aún; la habitación que me está reservada es la escocesa… la misma que en mis
dos visitas anteriores. Saben cómo hacerlo sentir en casa a uno, estos
spinaliens (gentilicio para los habitantes de la localidad). Aunque la taza
sanitaria todavía esté en una habitación separada del lavabo y la bañera,
curiosa costumbre francesa a la que nunca me habituaré; ¿y si quiero lavarme
las manos después de…?
Único
problema: son las 10 pm, no hay nadie en la recepción (me dejaron llave y un
folleto en un sobre a mi nombre) y supongo que tampoco en la oficina de Les
Imaginales… y yo tengo hambre. Mucha hambre. Así que entro a saco en el
minibar, singularmente situado bajo el lavamanos del baño. No es que haya
mucho, pero es mejor que nada: me conformo con un tubito pequeño de Pringles,
una Pepsi Cola en botella de vidrio, y una barra de chocolate de Mars.
imagino
que todo junto costará bastante más de 20 euros, así que no sé cómo volveré a
París… pero ahora es ahora, ya mañana se verá, filosofía clásica de todo
cubano. Así que me doy una ducha y me acuesto sobre la inmensa cama cubierta
con una sobrecama a cuadros, muy highlander, y sobre la que varios personajes
adustos me miran desde los marcos de sus retratos.
Según
uno de los dos folletos del evento que recojo al vuelo en la mesa de la
recepción, mañana la inauguración oficial de Les Imaginales 2014 será a las 10,
en el Espace Cours. Qué suerte, puedo dormir bastante… lástima que el desayuno
sólo dure hasta las 9.
JUEVES
22 DE MAYO: PRIMER DÍA.
Pequeña
traición de mi biorritmo: el cansancio de haberme ido a la cama temprano y la
diferencia horaria, amén de las cortinas descorridas en las ventanas que dejan
pasar el sol (bueno, la claridad; sol, el del Caribe) y los trinos de las alondras,
me despiertan a una hora absurda para mis hábitos: 7 de la mañana.
Y,
lo peor: por más que lo intento no puedo
volver a conciliar el sueño, así que… podría irme a desayunar, ¡me sobra
hambre! pero como luego tendría que esperar hasta las 10 para la inauguración,
decido subir al pequeño gimnasio del hotel en la segunda planta, a estirar un
poco los músculos… porque según mi recuerdo de años anteriores, ahí no hay
pesas ni aparatos con cables: sólo una estera de correr, una step-machine, una
máquina elíptica y una bicicleta fija… puro fitnes, no el entrenamiento pesado
al que soy adicto.
Adicto,
sí, puedo escribirlo con todas sus letras; el de mente podrida en cuerpo sano
es uno de mis lemas personales. Y aunque no haya pesas, algo es mejor que nada.
Antes
de ocuparme de mi cuerpo, venga mi espíritu: pruebo a conectar mi e-reader a la
computadora de la recepción por su enchufe USB… y se enciende, aleluya. Tampoco
esta vez se rompió. De qué manera llega uno a depender de la electrónica. Qué
alivio, al menos podré leer en el viaje de regreso; en estos 4 días dudo que
tenga tiempo.
Mientras
alterno entre abdominales con los pies sujetos a un diván que cualquier
psicoanalista envidiaría y paralelas en la máquina de correr (que nunca logro
echar a andar… ¿culpa de mi analfabetismo tecnológico, o estaría rota) voy
leyendo los folletos del evento para ambientarme.
Huy,
como de costumbre, el festival tiene un montón de patrocinadores. Hay casi 40
logos entre el plegable y el tabloide. El mundo empresarial lorenés y de toda
Francia apoya a la fantasía… alguna ganancia sacarán, por lo menos en afluencia
de visitantes.
Primer
descubrimiento: resulta que mi socio Juan Miguel Aguilera no sólo es uno de los
escritores hispanoparlantes invitados este año, sino también el autor del
afiche del evento. Desde sus tiempos de graduado de diseño y miembro del equipo
de TRAZO, grupo digital responsable de muchas de las portadas de la mejor época
de la colección NOVA de Ediciones B, Juanmi nunca ha dejado de dibujar
profesionalmente… pero esta imagen del dragón con alas entre emplumadas y de
mariposa cabalgado por una jineta con inequívoco aire andaluz, más un dirigible
de góndola colgante en forma de barco, muy steampunk y con el clásico castillo
de Epinal al fondo, es de sus mejores creaciones, está claro. Lo sé bien porque
tengo las postales con los posters de las 10 primeras ediciones pegadas en una
pared de mi habitación en La Habana. Espero conseguir este año las de 2012 y
2013, más la presente, por supuesto, para completar la colección; hábito
sobreviviente de mi infancia y adolescencia como filatelista fanático.
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Yoss y Sylvie
Miller
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Segundo
descubrimiento: la fiesta del fantástico en los Vosgos en realidad comenzó el
martes 20 y durará hasta el lunes 26. Hay encuentros con escritores, mesas
redondas y obras de teatro, antes y después de los 4 días inicialmente
concebidos. Se ve que la aceptación del género en esta ciudad no ha hecho más
que crecer. Y, por supuesto, todo el tiempo, los animadores: aficionados entusiastas
locales disfrazados, y profesionales más especializados como la Compagnie
Tibodypaint, la Quinte Septime con sus mosqueteros y ¡nada menos que un vivac
de la Grande Armée napoleónica!
O
sea, que veremos sables, bicornios, botas altas y uniformes con entorchados por
un tubo. Aunque de la I Guerra Mundial, especialmente sangrienta por estos
parajes, y a la que también se dedica esta edición del festival en ocasión del
primer centenario del cruento conflicto, nada se dice ¿por respeto, quizás? Un
siglo es poco para que cierren bien ciertas heridas, supongo.
Tercer
descubrimiento: amén de Joe Abercrombie, del Reino Unido también llegan Chloe
Neill, joven y popular escritora de novelas de vampiros ¡y Christopher Priest! Al famoso autor de El mundo invertido y de la
cinematográfica El prestigio lo
conozco de las Utopiales 2002, pero dudo de que se acuerde de mí…
Otros
asistentes franceses de renombre de este año y que conozco de visitas
anteriores son mi favorito y prolífico Ayerdhal; Sire Cedric, de Toulouse,
autor icónico de historias de vampiros; la simpática Charlote Bousquet; y el barbudo
Pierre Dubois, cuyas historietas fantásticas son tremendamente populares entre
los jóvenes. ¿Será que ya se me está volviendo familiar el fandom galo? Qué va,
si es todo un mundo: además, está anunciada en el tabloide un montón de gente
cuyas caras no conozco, aunque noto cierta profusión de apellidos hispanos.
Claro
que también podrían ser como Fabien Fernández, un dibujante al que recuerdo del
2011, y que pese a su apellido no habla una palabra de español. Por cierto que
este año será uno de los 4 encargados de pintar “el fresco de las Imaginales”
enorme telón que durante los otros tantos días de duración del evento irá
tomando forma en la Burbuja del Libro y ante los ojos de todos los asistentes.
A Olivier Sanfilippo, el otro dibujante y a Tatiana Domas y Sandra Violeau, las
dos artistas de la plástica que colaborarán con él en tan responsable encargo
no los conozco tampoco, por cierto.
Entre
una cosa y la otra, en tres cuartos de hora logro sudar a satisfacción, así que
regreso a mi Escocia privada, y tras una ducha rápida con lavado de cabeza y
todo (hay que lucir bien al menos el primer día, y tenía el pelo hecho un asco
de tanto viaje) bajo a desayunar, relamiéndome de antemano. Porque este es un
bed-and-breakfast, como tantos hoteles… y para los franceses “le petit
dejeuner” es la comida más imporante del
día.
Por
lo visto, soy de los últimos. El sótano del Manoir está vacío. Cubano, o sea,
con hambre histórica, y además habituado a gastar mucha energía por la mañana,
me sirvo generosamente, con profusión de proteínas y un mínimo de
carbohidratos: salmón ahumado, embutidos diversos, varios yogurts, un croissant
de chocolate como postre… y aprovecho para echarme en el bolsillo algunas
minidosis de nutella; si no hay dinero para comprar nada, cualquier cosa es
trofeo. Sobre todo con lo carísima que cuesta la deliciosa crema de nueces con
chocolate allá en Cuba. Cuando se encuentra.
Durante
los días siguientes, seguiré llevándome dos o tres minidosis de la exquisitez
italiana cada vez que baje a desayunar. En Cuba, harán las delicias de Alain,
el goloso hijo de 9 años de mi novia.
Y
ya estoy camino de Les Imaginales… o sea, cruzando la calle para adentrarme en
el parque a orillas del Mosela donde han sesionado desde su primera vez. Por el
camino hay algunas interesantes construcciones en madera. Son, según los
rótulos a los que echo una ojeada fugaz ¿templos masónicos? A mi hermano,
miembro de la fraternidad hace más de una década, le encantaría verlos.
En
el único edificio de mampostería de la zona, el Espace Cours, ya está dispuesta
la mesa con los nombres de todos los asistentes de honor… incluido el mío. Y a
un costado, inconfundible con su cabeza rapada y sus gafas, me recibe con un efusivo
abrazo Juanmi Aguilera.
Maravillas
del fandom. El tiempo separados ni cuenta. Es saludarse y empezar a hablar como
si apenas ayer hubiéramos cenado juntos. Lo primero que me dice es que Javier
Negrete no viene (ah, qué mala pata, con las ganas que tenía de reencontrar a
ese otro cabecirrapado) porque en la escuela donde da clases de griego ya agotó
sus días de vacaciones, de tantos eventos a los que ha ido en lo que va de año,
y con lo mala que está la crisis en España, no quiere arriesgarse a que lo
despidan. Segundo, contarme él de su esposa Alejandra, yo de mi novia Dania,
hablar de amigos comunes como Rafa Marín, cada vez más gordo y más divertido, o
de mi coterráneo Vladimir, de cuyos estragos en una Semana Negra a la que no lo
invitaron se sigue haciendo lengua el fandom español, casi 10 años después…
Entre
comentario y comentario, vamos saludando a otros amigos que se nos acercan o
vemos pasar: la super Sylvie, tan grande como su corazón y su dulzura, y que
esta vez viene con un muy oportuno refuerzo para la traducción al español:
Jessica Díaz-Rodríguez, hermosa y sonriente trigueña de origen complejo
(chilena-uruguaya ¿argentina?) que vive en Francia hace años y trabaja con ella
en la misma escuela.
Bernard
Vise, el histórico director del Festival, me dedica unas palabras en rápido
francés. Entiendo algo así como que está encantado de tenerme por tercera vez
en su ciudad. Stephanie Nicot me da la bienvenida, muy formal; Christopher
Priest ¡me recuerda! y me da la mano sonriendo. Charlotte Bousquet también,
pero con dos besos, usanza europea; Sara Doke, la amable esposa belga de
Ayerdhal, me saluda como siempre en su extraño inglés; Fabien, que con gran
esfuerzo me dedica un par de frases en español; Christopher Nikolas, a quien no
conozco, pero que me dice muy ufano que si necesito hablar español, él pasó 4
años en Barcelona…
Bien,
el ambiente de complicidad y camaradería ya está creado. Echo de menos a otros amigos
como a la extraordinaria dibujante Krystal Camprubí, a Florence-Flo, que vive
en Nancy y en el 2007 estuvo en mi casa en La Habana; a la autora y traductora
Melanie Fazzi, a Jacques Fuentealba de la revista Galaxie, quien hace meses está preparando un especial sobre mi vida
y obra…
No
sé si alguno de ellos vendrá o no en los próximos días, pero seguro que de
cualquier modo conoceré a nuevos y encantadores personajes; para eso son Les
Imaginales, después de todo. Como a Leandro, el argentino, que resulta no ser
ni melenudo ni cabecirapado, sino muy normal, término medio perfecto, y con
grandes gafas casi de nerd. Trabaja en publicidad en Buenos aires, así que las
corbatas y los sacos le son muy habituales, y se le ve sospechosamente correcto
para ser un autor nada menos que de apocalipsis zombies…
Cuando
voy a echarle una ojeada a la exposición de diseños sobre ciudades futuristas y
arborescentes de Luc Schuiten, nos llaman a la mesa. Primer día y temprano,
pero todas las sillas para el público están llenas, y ya hay hasta algunos
entusiastas disfrazados… me hago fotos con uno que trae unos impresionantes
guanteletes de cuero tachonado, y un vistoso talabarto vacío; dice que no lo
dejan entrar en la librería con la espada.
El
alcalde, un diputado, Bernard, Stephanie y otras personalidades locales van
hablando de lo importante que es este festival, de la tradición que ya ha
establecido, de lo hospitalaria que es la ciudad para con los autores y
dibujantes del fantástico de todo el mundo, de cómo se sufrió en la región la I
Guerra Mundial… Sylvie, que domina el idioma de Shakespeare tan bien (¿o
mejor?) que el español, traduce para los ingleses; Jessica para los hispanos,
aunque, modestia aparte, lo mismo que Juan Miguel, ya capto casi todo lo que
dicen, y sólo acerco la oreja cuando algo me genera dudas, como ¿qué es eso de
que los masones también están patrocinando esta edición y que habrá un premio
Imaginales especial de ellos? ¿habré oído bien? Pues sí; Jessica, amabilísima, me lo confirma. Ah, de
ahí aquellos templos de madera a la entrada…
Tras
la inauguración, y siempre según el programa (ya sé por experiencia que se
cumple a rajatabla) resulta que no tengo nada hasta las 5, así que intento
ponerme de acuerdo con Sylvie, Jessica, Leandro y Juanmi para ir a almorzar
(debo recordar que los españoles dicen comer y cenar, y no almorzar y comer)
juntos. Pero los otros hispanoparlantes tienen entrevistas en la radio y la TV
cerca del mediodía; Juanmi además un encuentro con niños que están estudiando la
lengua de Cervantes y a los que los profesores les dieron a leer novelas suyas,
Jessica debe acompañarlos a ambos… así que acabo yéndome con Sylvie, primero a le
Accueil a recoger el file de participante con el solapín y ¡sobre todo! los
tickets de almuerzo, y luego a la Burbuja del Libro, el corazón del evento,
donde los fans pueden comprar libros de sus autores favoritos y hacer que se
los firmen, en largas mesas al efecto cubiertas con manteles rojos.
Antes
de irse, Jessica, que no piensa beber demasiado, nos regala sus tickets de
bebidas frías y calientes a Leandro y a mí. Bueno, mil gracias; ya tendré
cocacolas…
Veo
las ediciones de bolsillo de mis dos libros en francés: Interferences y Planéte a
louer… y vaya si se venden, casi no me da tiempo a guardar el bolígrafo
cuando ya tengo que sacarlo de nuevo para firmas y más firmas. Reconozco a
algunos lectores de hace 3 años, que vienen a decirme sonriendo (¡qué suerte
que está Sylvie a mi lado para traducir!) lo mucho que les gustaron mis libros,
y mientras me fotografio con algun@s, la buena de Sylvie me suelta el notición:
la gente de Mnémos, mi editorial parisina, deberían llegar el sábado ¡con algo
de dinero para mí por la venta de los 3 años anteriores! No sé cuánto será,
pero al menos ya no iré a la cárcel por no pagar mi consumo del minibar, y
podré comer en el avión París-Madrid, aunque sea cara la merienda. Es más,
hasta el Lego que le prometí a Dania que le compraría a Alain empieza a ser más
que una lejana posibilidad teórica. Lástima tan solo no haberlo sabido antes…
hubiera podido confirmar ese vuelo a Barcelona, y lo demás.
Por
cierto, que si a mí me piden muchas dedicatorias, Sylvie Miller no se queda
atrás. No son sólo los 3 libros de Jean-Philippe Lasser y Noir Duo, todos con Philippe Ward, sino también sus antologías Dimension Spagne y Dimension Latino, y Bardes et
Sirenes, la antología de Les Imaginales 2014 (una tradición, cortesía de
Mnemos, que empezó en el 2011, siguiendo el ejemplo de Les Utopiales: un libro
que incluye lo mejor del fantástico mundial ese año), en colaboración con
Lionel Prevoust. Da gusto tener una amiga y traductora tan reconocida. Le da
más valor al tiempo que nos dedica.
Sabiendo
que en algún momento tendré dinero, me atrevo a dar una vuelta por el stand de
los t-shirts… hay maravillas; están caros pero valen la pena, todos son piezas
únicas, con diseños diferentes por delante y por detrás. Le echo el ojo a unos
cuantos; aunque la mayoría son de vampiros, también hay algunos de dragones y
de calaveras, mis favoritos. Y hay unos cuchillos con hojas semicirculares y
agarre de manoplas, entre katar hindú y cuernos de ciervo del wu-shu chino…
hum.
Mientras
me tomo la primera cocacola en el bar, de momento invitado por Sylvie, con uno
de sus tickets y su efectivo (hay que dar 1 euro por el vaso, que se devuelve
cuando se reintegra el recipiente… o uno se lo guarda; interesante sistema,
aunque creo que muy pronto saturará de trabajo a las camareras) veo a
Christopher Priest rodeado de sus fans angloparlantes. Es toda una institución,
pero además simpático y asequible, maravillas del género.
Luego
volvemos a la mesa a seguir firmando… y el tiempo pasa volando entre amigos que
se acercan a saludar y darme gusto mirando a los primeros entusiastas con
disfraces góticos, a los que recuerdo de años anteriores… y ellos también a mí.
De
modo que son casi las 3 cuando llega una de las organizadoras a decirme que hay
un auto esperándome para llevarme a un restaurante donde Jessica y Juan Miguel
ya están comiendo y se espera a Leandro. Es uno de los casi 40 en toda la
ciudad que aceptan los tickets que nos han entregado en un sobre junto con la
identificación. Cada cartoncito es válido por 17 euros, así que tengo que andar
muy al hilo, porque sólo me quedan 20 y aunque me hayan prometido mucho dinero,
no lo tengo aún en mano.
Por
suerte lo avanzado de la hora (en Francia todos almuerzan entre 12 y 2, por lo
visto) limita mi elección a las ensaladas. Aunque ¡qué ensalada! Y entre
Jessica y Juanmi me convidan al postre, una tarta de chocolate como para
echarse a llorar.
Literalmente
a 3 pasos, en la Maison du Bailli, se inaugurará hoy mismo a las 7 pm la
exposición gráfica de Juan Miguel Aguilera. Aprovechamos los privilegios del
autor para verla en exclusiva, unas horas antes.
¿Qué
decir? Simplemente, espléndida. Hay varias versiones del cartel de Les
Imaginales, de diferentes precios, y no serigrafías ni impresiones digitales,
sino obtenidas por el viejo método de las varias plantillas de metal
superpuestas, una para cada color. Juanmi es un maestro ¿de la pluma, del
pincel? No, del mouse; vemos diseños de varias de su novelas, sobre todo de una
de Simbad en la que el famoso marino es dueño del barco más veloz que surca el
Indico, impulsado aparentemente por una máquina de vapor… que al final resulta
no ser tal, sino contener un djinn
prisionero que lo impulsa.
¡Qué
idea tan original! Me gustaría leer esa novela; hay otra escena de un combate
entre arqueros a bordo de alfombras voladoras que hace agua la boca. Nos
fotografiamos a gusto entre las preciosas imágenes, aunque sin público la
galería trasmite cierta incómoda sensación de frialdad.
Casi
tenemos que salir corriendo, pese a la lluvia pertinaz, pero nos viene a
buscar uno de los autos puestos a disposición de los invitados: y es que a las
5, en Espace Cours, tenemos Leandro y yo nuestra primera presentación, junto
con 2 autores franceses, Jean-Luc bizien y Julien Pinson: Los imaginarios de
otra parte, se titula (o más o menos) y es para hablar de cómo varían los
conceptos según dónde viva uno. Animado, el público hace preguntas
inteligentes, Sylvie traduce de lujo: esto marcha.
Luego
Juanmi debe estar en el Magic Mirror 2 (uno de los 2 antiguos carruseles, todo
molduras de madera pintadas y espejos, que fueran rescatados hace años por 2
artesanos de Epinal y convertidos en salones: simplemente bellísimos) sobre los
viajes espaciales, con otros dos
franceses. Es rápido, pero comienza a llover (este clima: frío por la mañana,
calor en la tarde, más frío y lluvia al caer la noche) y me quedo fascinado con la sombrilla que
despliega uno de los dibujantes ¡el mango es como el de una katana! ¡yo quiero
una igual! Pronto todos caminamos a buen paso hacia la inauguración de la
exposición de diseños de Aguilera, y casi antes de darnos cuenta, apenas ligeramente
mojados, estamos en la Masion du Bailli… por segunda vez en el día.
Claro
que ahora ya no hay frialdad, sino, como corrresponde, un montón de gente.
Leandro conversa encantado con Christopher Priest, creo que le dice algo como
que creció leyendo sus libros… se procede al brindis con champagne (yo con jugo
de melocotón), vienen palabras de alabanza a la cortesía de Juanmi, sus muchos
fans se fotografían frente a sus obras, y al fin se ofrece un pequeño buffet
del que no abuso, previendo una comida más sólida, aunque ¿quién puede
resistirse a la quiche lorraine, la exquisita tartina salada típica de la
región? Efectivamente, al salir Bernard nos hace a Leandro y a mí una seña para
que lo sigamos: lo que significa solamente cruzando la plaza, ir a dar a Le
Coté de Boeuf, un restaurante que apoya de modo particular Les Imaginales: lo
demuestran los afiches firmados de las 12 ediciones anteriores en su vestidor.
No
voy a hablar demasiado del casi 1 kilogramo de carne vacuna tierna que pedí, y encima
poco hecha según mi expresa petición. Sólo diré que venía con papas fritas… y
que por primera vez en mucho tiempo yo, que he triunfado frente al bistec de
chorizo a la argentina y a la fiorentina, no pude terminar con el plato.
Curioso, en francés “viande” es exactamente lo contrario de lo que se esperaría
¡es la proteína animal y no la guarnición vegetal!
Prefiero
hablar de Sire Cédric, ya conocido del 2011, cuyo cabello largo y negrísimo se
combina con sus ojos azules para darle
un aspecto tan vampírico como el de los protagonistas de sus novelas, que me
consta son muy populares entre los jóvenes franceses del fandom. Nos entendemos
en inglés, y resulta ser un tipo simpático, nada egocéntrico (bueno, para la
media entre escritores, al menos) que lamenta sinceramente que, aunque viva en
Toulouse, apenas hable español, y me cuenta que desde la tercera edición, no se
ha perdido un solo festival Imaginales. Mientras firmamos y decoramos con
pequeños dibujos el afiche de este año, para que vaya a hacerle compañía a los
de los 12 anteriores, me lo demuestra señalándome su firma en varios.
De
paso elogia mi camiseta con la inscripción SWAT: Single Women Affective
Teacher, aunque me advierte que algunas feministas pueden interpretarla como
una provocación falocéntrica. Ya, ya lo sé; por eso mismo lo hago.
Ahora
queda algo que se llama más o menos “Historias para leer cuando los niños se
han acostado”. No, no es nada erótico, y como una de mis lectoras conocidas de
años anteriores me había invitado, convenzo a Leandro para ir. Es en Le
Bougnat, uno de los pocos bares abiertos después de las 10 pm en Epinal, que con o sin evento fantástico, sigue siendo
una ciudad de provincia francesa y acostándose temprano. Incluso un jueves.
Es
un sitio de degustación de vinos, donde hay botellas de cientos y hasta miles
de euros y un vino especial de Les Imaginales mucho más asequible al bolsillo
del bebedor medio. De todos modos ¿qué hace un abstemio como yo en un sitio como
este? Desde luego, no escuchar las lecturas de algunos invitados, todas en
francés, rápido y bajito, que la música y las conversaciones de otros
asistentes reducen apenas a un murmullo de fondo.
Al
rato estamos Juan Miguel, Leandro y yo en la misma mesa con Jessica,
conversando. Ella fue bailarina profesional, de ballet, hasta que un accidente
la apartó de los tutús, y ahora se dedica al tango como hobby. Cuando le
confieso extasiado que me encanta, aunque apenas lo sé bailar, mwe promete unos
pasos… pero el dueño del par, bastante achispado ¿o fumado? no pone nada
parecido, cuando más un pop francés indigerible, así que a eso de la 1 am nos
vamos, algo contrariados.
Y
tras acompañar a la traductora al hotel donde están ella y Sylvie, regresamos
los 3 hispanos al Manoir, bajo una llovizna pertinaz que para Junami es un
calabobos, linda palabra. Hay que dormir algo, pero quedamos en vernos para
desayunar juntos al otro día…
VIERNES
23 DE MAYO: SEGUNDO DÍA
Cunado
casi he terminado de desayunar (sin salmón, así que me sirvo doble ración de
embutidos… y me llevo otras cuatro minidosis de nutella en las profundidades de
mis pantalones de camuflaje amarillos) Juanmi llega a tomarse un café, medio
croissant y punto. Lo acompaño, y con la boca medio llena me confiesa que con
el gimnasio ha superado la antigua adicción a la cocacola. Lo escucho atento
¿de verdad puede crear esa dependencia el elixir divino? Yo puedo beberme un
par de litros diarios e cualquier clase de cola, y luego pasar una semana sin
probarla…
Según
el programa, a las 11 tengo un encuentro sobre la vigilancia y la paranoia en
el Magic Mirrors 2, con varios autores franceses: Jeanne-A Debats, activísima
en los foros; mi favorito Ayerdhal, siempre ocurrente, Olivier Paquet y Benjamin Paquet. Sylvie me traduce, le doy mi
cámara a un espectador amable; el conversatorio trata sobre la libertad, el
terrorismo, los nuevos sistemas de vigilancia, y el precio que debe pagar la
democracia a cambio de la seguridad. Actualísimo, en esta era de wikileaks y
vigilancia a Internet. Creo que Interferences fue muy leído en esa
clave, a jugar por las preguntas que me hacen. Es raro estar participando en un
debate de cierto nivel conceptual... en otro idioma; entiendo, pero a la hora
de intentar expresarme… menos mal que está Sylvie, odiaría sonar como un idiota,
que es lo máximo a lo que llegaría con mi escaso y chirriante francés.
A
la salida me esperan Jessica y Juanmi para ir a almorzar juntos, hoy temprano.
Les propongo pasar primero por el hotel, para entregarles a ambos algunos de
los libros en español que traje de Cuba; obviamente, si me van a pagar algo,
puedo darme el lujo de regalárselos a los amigos, y autografiados, sin tener
que venderlos.
Si
mi habitación en el primer piso es la escocesa, la de Aguilera en el segundo es
la africana. Preciosa: tallas en madera, incluyendo un hipopótamo con colmillos
de marfil real que es un primor. Y la bañera angular, casi piscina a medio
desarrollar. Noto otro hábito francés interesante: no creen en las cortinas de
baño ¿cómo darse una ducha sin poner el suelo hecho una lástima? ¿o será que la
falta de cortina es un sutil sugerencia a esos bárbaros extranjeros de que no
se duchen… aunque el artilugio en concreto exista (y de teléfono, además: 100% irresistible
para un tercermundista)
Cuando
estamos por decidir dónde comer, les recuerdo un retaurante que en las
ocasiones anteriores visité varias veces: el Citizen. Juanmi, amante de la
buena mesa como tantos españoles, por no decir gourmet, piensa al punto en otro
que compartimos en el 2003, uno vietnamita, pero debe haber cerrado: lo más
cercano en la lista de los que aceptan tickets es uno japonés… que recuerdo
caaaaro, y lejano, del 2011. Sea el Citizen, entonces. Antes Jessica debe pasar
por la farmacia… no, no es apotheka, como digo confundiéndome con Moscú, sino
Pharmacie, pero igual tienen un montón de cosas para el dolor de cabeza.
El
almuerzo en español es muy divertido. Juanmi primero cuenta de Rafa Marín y de
sus inmortales jornadas de karaoke a dos voces en la Semana Negra de Gijón,
luego ¡maravillas de la técnica! incluso me muestra los vídeos en youtube, por
el teléfono de Jessica. Al fin me habla de su experiencia en la Camarga, en una
casa de escritores, y me atrae la idea: sólo tendría que conseguir el dinero
para el pasaje, y contactar con sus editores. Jessica alaba el vino local,
Juanmi la cerveza 1664 (por la fecha de establecida la marca, huy) El pescado,
de mar aunque estemos a cientos de kilómetros de la costa, es delicioso, y la
presentación exquisita. La creme brulé, especie de natilla tostada,
indescriptible.
De
vuelta hacia la Burbuja del Libro, antes de sentarme de nuevo a firmar como
buen autor disciplinado, me doy un salto por su gemela: la Burbuja de los
Juegos. Oh, apártenme de esta tentación lúdica. Es todo un universo paralelo,
este. Hay juegos de tablero ¡y qué tableros! De rol, de cartas, de figuras ¡y
como para ponerlas en el librero de cualquiera; qué manera de estar bien
pintadas a mano!, gente disfrazada, esculturas de personajes favoritos…sé que
algunos de los que están aquí ni siquiera se molestarán en pasar por el resto
de los locales del Festival: 4 días de encuentro con los amigos, y tiempo
suficiente para una gran campaña de Mascarada, el juego de los vampiros, o
Metro 2033, son una tentación difícil de resistir. Me voy, maldiciendo el no
disponer del don de la ubicuidad; si es que no pido tanto, sólo poder estar en
dos lugares a la vez, ni siquiera en tres o cuatro…
Firmando,
mis viejos conocidos del 2011, del grupo local de ambientación, desfilan con
unos gloriosos atavíos más o menos góticos, en rojo y negro. El, cabecirapado y
con una “mosca” traviesa bajo el labio inferior, lleva botas con plataformas de
10 centímetros; ella, unas botas con apenas menos tacón, corset y faldas de
encaje largas. Nos fotografiamos y ambos elogian mi traje de “salamandra
Batman”: amarillo y negro, con el signo del murciélago en el pecho.
Entre
firma y firma, algunas a jovencísimas lectores que me hablan entusiasmadas del
libro mío que leyeron hace dos años, pasan y conversan el director de la
revista Galaxie y luego el esperado Jacques
Fuentealba, que me confiesa que aún no se ha leído todo lo que le envié, así
que tal vez ni siquiera para noviembre esté “mi” número: bueno, a caballo (y
promoción) regalada no se le mira el colmillo, y hay que entender que no sólo
de traducir vive el hombre, sobre todo en una Europa hundida en la crisis desde
el 2007.
También
aparece la pequeña e hiperkinética Charlotte, la jefa de Mnemos, que me
presenta a dos nuevas autoras de su catálogo: Andorys, y la delgada y sonriente
Morgane Caussarieu, en quien ya me había fijado por su aspecto punk cubierta de
tatuajes y con el recortado cabello rubio salpicado mechas rojas y verdes, y
porque ha repartido por todas partes t-shirts negros con la leyenda “Les gentils vampires ca n´exist pa!”
(más o menos, los vampiros amables ya no existen…) que Charlotte me explica está
tomada de una de sus novelas. Reímos un rato tomando yo cocacola (gracias,
Jessica) y ellas 3 (ya bastante achispadas) sendos vasos de la cerveza local 1664.
De
vuelta al banco de firmas, entre Oiana, una muchachita vasca que habla conmigo
largo y tendido en español, y Jean Pierre, que planea venir a Cuba en agosto,
entablo conversación con mis vecinas de banco, ambas jóvenes, rubias y hermosas
(bueno, la carne es débil): Camille Brissot y Roxane Dambre, cuyas novelas
parecen ser muy populares a juzgar por la cantidad de gente que viene a que se
las firmen. No entienden muy bien mi francés, pero sonríen, ya es algo. La
última me comenta como de pasada que en el 2003, cuando tenía 15 años, estuvo
en las segundas Imaginales y le gustaron mucho mis palabras, que ayudaron a que
decidiera hacerse escritora. Me siento superbien por el dato.
El
tiempo vuela y a las 5, en Magic Mirrors 1, los 3 latinos estamos invitados al
café literario conducido por Stephanie Nicot. Ella lee fragmentos de nuestros
libros con una voz hermosa y llana, aunque me pregunto el criterio según el
cual habrá elegido uno de la novela space opera de Akasa-Puspa Juan Miguel, que
es una larga disquisición tecnocientífica. Las preguntas son buenas, y nos
explayamos sobre nuestra obra, pero las lecturas y los trozos son laaaargos, y
por momentos finjo dormirme; Juanmi se preocupa, creyendo que el sueño me vence
en serio, Jessica empieza a reírse, Leonardo, imperturbable, se explaya sobre
su novela Berazachussetts, deliciosa
metáfora social en la que los zombies son “distribuidos” entre las familias
argentinas (tengo que leérmela completa en vez de sólo hojearla deprisa) hasta
que la hora termina, sin dar chance al público a preguntar nada.
Son
ya las 8, y a las y media hay una cena de Autores, en la Plomberie ¿la
plomería? Para hacer tiempo, vengan chistes y más chistes. Aguilera no sabrá
muchos, pero los cuenta con gracia. Jessica se ríe de todos; Leandro, al menos
sonríe. Rompe a llover, y una lectora amable se ofrece a llevarnos a los 3
hispanos y a la infaltable traductora en su auto… es lejos, pero demoramos casi
más tiempo encontrando parqueo.
Oh
lalá, se inaugura una exposición fantástica; el restaurante debe estar arriba.
Comento con Juanmi que seguro es nouveau cuisine: más vista que sabor. O sea, platos
de medio metro de ancho con tres trocitos de zanahoria y una raspadura de paté.
Mis experiencias con semejante modalidad culinaria son bastante negativas… uno
prueba de todo, es cierto; pero no se
llena con nada.
El
baño de mujeres está copado, así que Jessica espera a que se vacíe el de
hombres y entra al cubículo cerrado con la taza, mientras yo permanezco fuera,
en los urinarios, y seguimos conversando y haciendo chistes pared por medio,
hasta que la mirada de un hombre me muestra que no es cosa tan normal. La
traductora, por si fuera poco, casi se queda atrapada dentro del cubículo, cuya
puerta decía bien claro “No cerrar”. Pero la sangre no llega al río y salimos
sin incidentes mayores.
Mientras
el pintor habla de sus cuadros, describiendo sus propósitos e intenciones al
acometer cada uno (algo que ningún creador debería jamás hacer, en mi opinión)
bebemos jugo, vino los alcohólicos y picamos ocasionales canapés… sobre todo
yo, en previsión de la NC. Luego, arriba, al cuarteto se nos suma Christopher
Nikolas, que hace chistes en español, muy simpático. Aunque por momentos
cuestiona el dominio del idioma a Jessica, yo creo que en chiste, pero resulta
que era en serio, el muy chovinista… bueno, nadie es perfecto.
Sí,
es nouveau cuisine… pero llegan plato tras plato, en un continuo afluir. Patés,
terrinas, pescado en salsa, ensaladas coloridas e imaginativas… y considerando
que nuestra amable chófer no llega a sentarse, tengo siempre una ración más…
excepto de postre, que hay que repartir: tan exquisito es.
Tras
la animada cena, en la que los que más se divierten son el pintor y sus amigos,
que llegan a adornarse con coronas de hojas de vid, la sección que habla
español nos vamos a Le Bougnat. No hay muchas opciones, ni siquiera un viernes
en la noche.
Dos
jóvenes altas, rubias y delgadas hablan cariñosamente y no dejan de mirarse y
reír frente a nosotros. Escritores al fin, fabulamos; Juanmi opina que están en
pleno viaje de cannabis. Jessica que acaban de tener su primera relación
lésbica. A mí me parecen simplemente medio borrachas. Nuestra traductora pide
un agua mineral y el loco del dueño se la trae… en un vaso mal fregado. Cuando
ella lo echa atrás, se excusa: tiene muchos clientes, no sabe si le dará tiempo
a enjuagarlo. ¡Lo que es no tener apenas competencia! Nos vamos sin que llegue
el vaso limpio, tras la breve lección de tango con ritmo de disco que la uruguayo-chilena me
debía.
Acompañándola
hasta el hotel, nos encontramos a Sylvie, que termina de preparar sus mesas
redondas del día siguiente: ella sí que se lo toma en serio. Y en las desiertas
mesas del restaurante en la planta baja
nos tomamos los últimos tragos y soltamos más chistes. Sylvie me dice
que a las 11 de la mañana me ha coordinado una entrevista con un periodista.
En
fin, que los 3 autores regresamos al Manoir casi a las 4 de la mañana, prometiéndonos
mutuamente que el sábado sí hay que trasnochar y armar fiesta en grande ¿somos
o no latinos, bullangueros y jolgoriosos?
Por
si acaso, les pido a Junami y a Leandro que si a las 10 a.m. no he bajado a
desayunar, me toquen a la puerta, o me perderé la entrevista. Conozco lo
profundo de mi sueño, sobre todo en la mañana…
SÁBADO
24 DE MAYO: TERCER DÍA.
Definitivamente,
la técnica moderna no es lo mío: aunque activara las alarmas del e-reader y del
teléfono celular, o no suenan, o no me despiertan. Tal vez debí dejar
descorridas las cortinas, en vez de cerrar todo a cal y canto. Cuando abro los
ojos, son la 1 y media de la tarde.
Bueno,
un desayuno saltado, espero que haya otra oportunidad con el periodista. Me
baño y visto a toda prisa: según el programa, a las 12 y 15 teníamos algo
llamado Pot Bragelonne en el Espace Cours… pero en el programa principal no
está. ¿?
En
fin, con un poco de suerte podré llegar a tiempo para la presentación a las 2
pm de Krystal Camprubí y otros dos autores sobre las historias celtas como
inspiración para la fantasía… y si me la pierdo, a las 3 pm a la presentación
por Sylvie de la antología del Festival.
A
la entrada del Espace Cours veo a varios mosqueteros, y me entretengo
fotografiando un duelo muy orquestado de dos, con armas dobles (espada ropera y
daga) más hábil y astuto manejo de sombreros y capas. Y, ah, esas botas ¿dónde
las comprarán? Cuando animan al público a que pruebe suerte, soy el primero, y
recordando mis tiempos de sablista, tiro unos lances… con mucho cuidado: estas
hojas no son deportivas, no tienen botón y sí que están afiladas. Lástima que
no se me ocurriera pedirle a alguien que me fotografiara en el trance, aunque
prefiera las espadas medievales…
Cuando
entro a grandes trancos a la Burbuja del Libro, una de las jóvenes vendedoras,
en un español trabajoso pero correcto, probablemente tras notar mi fascinación
por el calzado de los esgrimistas, me dice que las mías (recuerdo de mi visita
en el 2011 a la Plaza Roja de Moscú: la que usaban los soldados del pelotón de
ceremonia en la tumba del Soldado Desconocido, de venta en un negocio cercano a
muy buen precio) altas casi hasta la rodilla, no están nada mal. Y me pregunta,
toda simpatía, si tengo un t-shirt de Superman, ya que hoy vengo de Thundercat,
y ayer de Batman. A cambio, yo alabo su aspecto steampunk, y le pregunto si
hace ella misma esos adornos con ruedas dentadas y eso… ah, no, los venden. Me
gustaría saber dónde.
Como
despedida, le confieso que sí que tengo 2 t-shirts de Superman… aunque los dejé
en La Habana. Poco después, el hambre de haberme saltado el desayuno me aprieta,
y sin ver a ninguno de los amigos cerca, decido aprovechar la oferta del bar
(ya me han dicho que aquí también aceptan los tickets) para comer algo ahí
mismo: ensalada, un sandwich, una cocacola y un pastelito. Más un brunch
(breakfast+lunch) que un verdadero almuerzo, y lo llevo a mi puesto de firmas
con un suspiro… pero quedarse dormido tiene su precio. Ojalá Sylvie me perdone
que se me pegaran las sábanas…
Mienras
como, sigo firmando libros, y me fotografío una vez más con la pareja de
disfrazados, que hoy vienen de steampunk, con sombreros de copa y gafas,
anteojos, pistolas “a vapor” y demás parafernalia de exploradores victorianos.
De pronto llega Juanmi con Eurydice, una espigada, oscurísima y ultrasimpática
escritora amiga suya de festivale anteriores. Ella es ¡de Benin! No está
anunciada en ninguna lista, pero ahí está, firmando muy oronda sus libros de
una serie de fantasía sobre las amazonas negras. ¿cuentapropismo literario
fantástico? Mejor no opinar sin más elementos…
Mientras
bebemos unas cocacolas, Juanmi ve a un impresionante personaje con armadura y
espadas; dice que se parece a uno de los protagonistas de su novela de Simbad,
y basta eso para que nos fotografiemos con él… y después también con una pareja
bastante entrada en años, preciosos: vestida ella de dama estilo Imperio y él
en completo atuendo de alto oficial napoleónico, con bicornio, sable y bastón
de mariscal ¡y qué botas! sin comentarios.
Según
el programa, hoy estamos completamente libres hasta las 7, que será la entrega
de los premios Imaginales. Ya todo el mundo sabe quiénes son sus ganadores,
pero igual es buen motivo para brindar y hacer jolgorio a la francesa, en el
Magic Mirror 1, el más espacioso de ambos salones.
Los
del grupo de pintura corporal, por lo visto, estaban trabajando desde la mñana.
Al pasar los vi muy afanados sobre el cuerpo de una espigada modelo en topless,
botas altas y un minimísimo taparrabos. Ahora el resultado de sus esfuerzos
camina por toda la Burbuja del Libro, haciéndose notar: lleva un mandoble tan
alto como ella, un casco-máscara de fantasía con 4 cuernos, está de veras
impresionante. Vaya si dan color al avento todas estas iniciativas. ¿Cómo
resistir la tentación de fotografiarla varias veces?
Firmar,
firmar, conversar con lectores, el tiempo se va deprisa y ya son las 4 y algo
cuando llego al Magic Mirrors 1, donde Leandro
y varios autores franceses están hablando sobre zombies y tratando de
desentrañar la razón de su actual popularidad, tras la ola de vampiros y
hombres lobos ¿monstruos más plebeyos, menos de élite? Al terminar, el
argentino me recuerda su entrevista alas 6 en el café literario, en el Magic
Mirrors 2.
Confieso
que me la pierdo, entre dar vueltas buscando sin éxito el Templo donde un tal
Joseph Jos debía hablar sobre vudú haitiano y santería afrocubana como
“religiones en conserva” y posar pacientemente para los fotógrafos del evento,
que tienen una silla a la entrada de la Burbuja del Libro en la que sientan por
las buenas o las malas a todo aquel cuya cara les parece más o menos conocida.
Luego
me enviarían las fotos… o sea, las pondrían en su sitio para que yo las
descargara; lástima de mi analfabetismo informático, que me impidió
conseguirlo. Me temo que no es la primera… ni será la última vez.
La
entrega de los premios es la fiesta que esperábamos. Discursos, aplausos,
brindis, risas. Aunque estoy hablando con Jessica, Sylvie, Leandro y Juanmi, a
los que apenas he visto a lo largo del día, alcanzo a darme cuenta de que mi
amiga Krystal gana uno de los de ilustración, que ya no son el clásico gato con
botas en plástico de color, sino una especie de pata ¿felina? con imponentes
garras metálicas. No resisto la tentación de fotografiarnos junto al trofeo.
Juan
Miguel tiene una cena con los autores y ejecutivos de su editorial, así que las
dos traductoras de español, Leandro y yo nos vamos por nuestra cuenta a un
restaurante árabe, Les Babouches, a probar el cuscús. Cuando ya he pedido el
picante extrafuerte de la casa para mi plato, resulta que Aguilera está en una
mesa a pocos metros de nostros, vaya coincidencia ¿o ciudad pequeña? Pasamos el
tiempo entre comentarios sobre futuras antologías, ideas de Sylvie para más
autores cubanos en Mnemos, y con nuevas novelas, y a la altura de los postres
sólo quedamos nosotros 5 en el restaurante, y una mesa con 12 muchachas.
El
fino oído de Jessica nos informa que es la despedida de soltera de una de
ellas, beben y ríen, aunque al principio estaban bastante serias: magia del
alcohol. Ahora piden música para bailar, y aunque sea viernes, el dueño al
principio se niega… así que me ofrezco gentil, Jessica me presenta, y le dedico
a la pronto-casada un par de temas improvisados con la armónica. A lo que
el dueño saca su tamboril árabe y
acabamos haciendo un dúo totalmente improvisado, pero aceptable, que ellas
corean con los clásicos alaridos árabes, aunque todas sean rubias y
perfectamente caucásicas ¿globalización o transculturación?
Me
despido de la futura esposa deseándole que su peor recuerdo de su inminente
matrimonio sea esta noche, y se ríe, parece que pese a mi mal francés captó la
idea.
Bueno,
es sábado, la última noche para algunos (yo al menos no dormiré de domingo para
lunes en Epinal) y el jolgorio prometido tiene que volverse realidad HOY o
nunca. Sylvie nos monta en el auto y antes de darse cuenta nos ha llevado al
Manoir… pero no, ni hablar, aquí no se rinde nadie: aunque Leandro deserta,
porque quiere estar el domingo temprano en un desayuno con Christopher Priest,
los otros 4 volvemos al centro del pueblo y damos vueltas hasta que encontramos
a 3 chicas muy borrachas que alaban mi aspecto comparándolo con el de
¡Michael Jacksón! e insisten en que si
queremos beber y fiesta, hay que ir a una discoteca llamada Chupitos… que nunca
llegamos a pisar; acabamos en un pub irlandés, bebiendo cervezas y yo cola
mientras un guitarrista bastante bueno toca aires flamencos detrás.
Pero
incluso el sábado Epinal se va temprano a la cama, y no son ni las 2 cuando nos
toca regresar al hotel… sniff, sniff.
DOMINGO
25 DE MAYO: CUARTO Y ULTIMO DÍA… Y EL REGRESO.
Malditos
ritmos circadianos trastocados; tras apenas dormir unas horas, abro los ojos… a
las 7 de la mañana. Bueno, subo a despedirme del gimnasio, y de paso a atenuar con
sudor y jadeos la ligera tristeza de que ya la fiesta termine hoy. Al bajar,
reviso por última vez facebook y mi correo de cubarte.cult.cu, cargo el
e-reader, en fin, me preparo para el viaje de regreso. ¡Qué rápidos se han ido
estos 4 días!
Hoy
coincido con Neill, Abercrombie y Priest en el desayuno. Ya los británicos también
están hablando del viaje de vuelta al Reino Unido. Juanmi aparece justo cuando
voy a desconectar mi e-reader de la computadora de la carpeta, y aprovecho para
que me fotografié sobre una silla de montar inglesa que dede el 2003 recuerdo a
horcajadas sobre el pasamanos de la escalera, cuando bajamos.
|
Yoss |
Al
pasar recojo los folletos de Les Medievales, unf estival de…e so mismo que
tendrá lugar en el Chátel-sul-Mosela, a 20 km de Epinal, el 8 y 9 de junio.
Torneos entre caballeros, pruebas de ballestería, juglares, menús medievales /y
a buen precio) Bueno, otra cosa que me perderé.
Leandro
y otros zombie-ólogos tienen más espacio en el Magic Mirror 1, a las 11... pero
de nuevo me entretengo firmando, hablando con Joe Abercrombie (apenas entiendo
su acento cuando articula rápido; el consuelo es que supongo que a él le pase
lo mismo con el mío…) y fotografiando a los amigos del grupo de animación,
ahora vestidos de blanco, con cierto aire Pierrot, y sobre enormes zancos.
Originales, los muchachos, y cada año más.
Una
dama tatuada y llena de dijes y anillos con cráneos que en el 2011 fotografiaba
a todos los asistentes con Elmo, el peludo personaje de Sésamo Street y el
rótulo Free Hugs (abrazos gratis) aparece, me regala una copia física de la
foto de aquel entonces e insiste en hacernos otra ahora. Luego compra todos mis
libros y pide dedicatorias. Con lectores así, que me publiquen todo lo que quieran
en Francia. El fandom es realmente entusiasta, aquí.
Otra
preciosa muchachita rubia que no superará los 16 observa pensativa los
estantes, acompañada por su madre. Me pregunta, ruborizada, si mis libros son
de vampiros, que es lo que le gusta, y tengo que decpecionarla, pero se queda
hojeándolos largo rato. Vamos, niña… atrévete: hay vida inteligente más allá de
Anne Rice y Stephenie Méyer.
Me
encuentro con la profesora de español que llevó a sus alumnos al encuentro con
Juanmi, y poco después conozco a Cristina Rodríguez, española que escribe en
francés bajo el seudónimo de Claude Neix. Conversamos; la temática de sus
trabajos me fascina: hace novelas sobre el Imperio Romano. Me regala tarjetas
de promoción de Kaeso, pretoriano protagonista de una de sus series, y de Angel
Collector, un manga con guión suyo. Por si fuera poco, la delgada señora con
corte de cabello a lo medieval también escribe novelas fantásticas para gays,
como una sobre elfos que hojeo sin verle muy clara la filiación homo, pero si
ella lo dice, y como el francés no es exactamente mi lengua…
Recordando
el magnífico cuscús de Les Babouches, los 5 latinos (Sylvie tiene trabajo, ¡no
ha parado en todo el Festival, qué capacidad! así que Cristina la sustituye)
más Eurydice nos vamos a otro restaurante árabe cercano, el Salambó. Y
¡sorpresas! resulta ser la última semana del establecimiento, regentado por
portugueses que se vuelven a su patria, y además, el cumpleaños de Cristina. Alegría
general. Le dedicamos canciones, flores, ella llora de felicidad, conmovida… y
me tengo que ir corriendo, sin probar el postre: a las 3:00 p.m. tengo la entrevista en
el Magic Mirror 2.
Llego
rayando; Sylvie traduce, y en el público, aunque no muy nutrido, hay
conocedores de mi obra que preguntan cuál será mi próximo título en Mnemos o
cambiaré a otra editorial, qué tal es escribir fantástico en Cuba, si me ha
gustado el fandom francés y cosas así. La hora se va más rápido que volando, y
al final ¡aleluya! Sylvie me entrega a firmar mi contrato ¡y mi dinero! por las
ventas de Planéte a louer e Interferences… más 45 euros de los atentos
organizadores del festival para que coma al llegar a París, pague el metro,
etc.
Y,
como colofón, la preciosa adolescente de hace un rato, que resulta llamarse
Anne, compró la edición de bolsillo de Planéte
a louer y me espera para que se lo dedique, bajo la mirada satisfecha pero siempre
vigilante de su madre (la pedofilia es cosa muy seria en Europa) Incluso me
pregunta si pienso volver el año próximo, mirándome con sus preciosos ojos
verdes. Huy, qué más quisiera yo, pero como de mí no depende… salgo del paso
prometiéndole regresar cada vez que me inviten. Y recordándome a mí mismo, de
paso, que mi novia Dania me espera ansiosa en La Habana…
¿Qué
me queda, entonces, en Les Imaginales 2014? Dar las últimas vueltas
fotografiando muchachitas que disfrutan paseándose semidesnudas y con pinturas
corporales de elfas y de n´aavis de Avatar, y comprarme 3 t-shirts ¡y el par de
cuchillos en media luna, que un gusto es un gusto! Secuestrar a la buena de
Cristina para que me acompañe a buscar desdorante y cuchillas de afeitar (en
vano) más cepillo sde dientes, pasta
dentrífica, un pomo de nutella y cositas así (repongo la barra de chocolate
Mars y los Pringles que devoré la priemra noche del minibar de mi habitación,
pero no encuentro Pepsi Cola en botella de vidrio… bueno, 2 de 3 es buen
promedio, y nadie es perfecto), en uno de los pocos sitios abiertos en domingo
en una ciudad francesa.
Luego
armar la maleta, ponerme el t-shirt negro con la cabecita de gato que tanto me
gusta, y llegar a le Accueil para que el auto nos lleve a la estación de trenes
(por suerte, la local, no la de Nancy, o no me habría dado tiempo), de la que a
las 6 menos 10 salimos hacia París.
Por
supuesto, el viaje no termina ahí. Falta bajarse en la Gare de l´Est parisina, y
tomar el metro por una parada para descender en el Boulevard Magenta, donde
tengo reservación para la noche de domingo a lunes en el hotel del mismo nombre.
Y el lunes, temprano en la mañana, desayunar, que el vuelo de Air Europa
París-Madrid-Habana sale poco antes de las 11. Falta el metro hasta
Demfert-Rochereau, Orlybus hasta el aeropuerto; lo mismo de antes, pero al
revés.
Falta
también buscar los últimos regalos en las tiendas duty-free del aeropuerto de
Orly y del de Barajas, en Madrid: la gorra para Eric, una botella de buen vino
y chocolate negro para Dania, un e-reader nuevo ¡y kindle! con una cubierta
blindada para mí (ignorante de que debía configurarlo por wifi, tecnología más
bien problemática en Cuba, aún no he podido utilizarlo) y el Lego para Alain:
uno de Star Wars, el general Grievious y su rueda con patas.
Falta
encontrarme, en el aeropuerto de París, con Ada y Luis Augusto, amigos
habaneros de viaje por Europa ¡y luego dicen algunos que el mundo no es un
pañuelo! Faltan las largas 9 horas de vuelo Madrid-Habana, durante las que finalmente
compraré el adaptador universal de espigas por el que suspiré los 4 días en
Francia (y tiene hasta para USB) para mí, más un par de cervezas españolas Mahou
sin alcohol para Dania… y algún regalito más.
Falta,
en fin, el trámite aduanal de reentrada a Cuba, con las miradas todavía más
suspicaces que al llegar a Europa. El trayecto del aeropuerto al Vedado, en el
carro de Sergito, amigo cumplidor que me estaba esperando desde media hora
antes de aterrizar el vuelo… y falta sobre todo el momento de llegar a casa, de
saludar a madre, novia e hijo de la novia, entregar regalos, contar historias,
mostrar fotos, olfatear de nuevo la casa, el cuarto, la cama. O sea, REGRESAR,
con todas las letras.
Falta
aún todo eso, sí… pero ahora, que estoy en el TGV en dirección a París, rodeado
de gentes cuyas sonrisas he visto por 4 días en Les Imaginales, ya asimilo que
el evento y el viaje terminaron para mí.
Lo
demás… es inercia y trámite.
Y,
por supuesto, la esperanza de que en un par de años me vuelvan a invitar para
presentar nuevos libros, conocer nuevos autores, reencontrar viejos conocidos…
11 de junio de 2014
Sobre
el Autor:
Sánchez
Gómez, José Miguel “Yoss” (La Habana, Cuba, 1969) Licenciado en Ciencias
Biológicas por la
Universidad de La Habana en 1991. Comenzó a escribir a los quince
años, con su incorporación a los Talleres Literarios.
Principales premios obtenidos: Premio de cuento de ciencia
ficción de la revista cubana Juventud Técnica, 1988; Premio David de ciencia
ficción 1988 con el libro de cuentos Timshel (publicado por Editorial UNION,
1989); Premio Plaza de ciencia ficción, 1990; Premio de cuento de la revista
cubana Revolución y Cultura 1992 con Las avispas no saben llorar (publicado en
la misma revista, 1992; Anuario de Narrativa de la UNEAC, 1994); Premio de
cuento Ernest Hemingway, 1993; Mención en el Premio UNEAC de novela Cirilo Villaverde
1993 con La cáscara de los perdedores; Finalista en el Premio Casa de las
Américas de novela 1994 con Jugando a rumiarse el tiempo; Vencedor en la
segunda convocatoria del concurso Los Pinos Nuevos, 1995, con el libro de
cuentos W, (publicado por Editorial Letras Cubanas, Colección Cemí, 1997);
Mención en el Premio UNEAC de cuento Luis Felipe Rodríguez, 1995; Mención en el
Premio de cuento de la revista La Gaceta de Cuba, 1996; Premio de Cuento de
Amor de Las Tunas 1998, con Círculos del dolor (publicado en la antología Otra
vez todo el amor, 2000; y en las revistas Cúpulas, cubana, 2000, y Capital,
italiana, 2000); Premio Luis Rogelio Nogueras de ciencia-ficción 1998, con Los
pecios y los naúfragos, (publicado por Ediciones Extramuros, 2000); Premio
Aquelarre 2001 de texto humorístico, con Las chimeneas (cuento de ciencia
ficción) (Publicado en la revista Limes (Italia) 2004, y en la selección de
cuentos La causa che rinfresca e altre meraviglie cubane. Edizione
Estemporanee, 2006); Premio Farraluque de cuento erótico 2002, con El infinito
en un triángulo; Premio de novela corta de ciencia ficción de la Universidad de
Carlos III, Madrid, Getafe (España), 2002, con XXXXX…L. (Publicado por la
editorial universitaria homónima, 2004); Mención especial (ex-aequo) en el
Premio UPC de Novela Corta de ciencia ficción 2003 (España) por Polvo rojo
(publicado por Ediciones B, Colección Nova en el volumen Los Premios UPC 2003, 2004);
Premio Calendario de la AHS en ciencia ficción 2004 por el libro de cuentos
Precio justo (publicado por la Editorial Abril, 2006); Premio Domingo Santos de
cuento de ciencia ficción (España) 2005 por Morfeo verdugo; Tercer premio de
cuento Casa de Teatro (República Dominicana) 2006 por El puente rojo.