José Manuel Echevarría |
Por Ricardo Acevedo Esplugas
1. Tengo entendido que la entomología es una de tus grandes pasiones. ¿Ha influenciado ella de alguna forma en tu literatura?
Interesarme por los insectos ha sido y es para mí una forma especialmente instructiva de acercarme al fenómeno de la Vida , no en vano se cuentan entre los animales más antiguos que habitan hoy día nuestro planeta. Comprender ese fenómeno es esencial para el conocimiento de uno mismo y para la comprensión de la naturaleza humana, y pienso que ambas cosas son muy importantes para cualquier escritor. En ese sentido, puede decirse que la entomología sí ha influido en mis obras literarias. No es casualidad, por lo demás, que uno de los personajes protagonistas de mi primera novela se dedicase, precisamente, a la entomología.
2. ¿Alerta pandémica? es tu segunda novela, ¿tiene alguna relación con Amaroncachi, el agua de la anaconda (Meteora, 2007)?
En primer lugar, yo me dedico profesionalmente a la virología, y la primera coincidencia entre ambas novelas es el tener a los virus como protagonistas principales: los hantavirus pulmonares en la primera y los virus de la gripe en la segunda. En segundo lugar, en ambas novelas se incluye la manipulación genética de un virus como parte de la trama literaria. La polémica en curso en torno a la censura de la publicación del trabajo de dos grupos de investigación, que han logrado recientemente crear sendas cepas de virus de la gripe aviar muy probablemente capaces de transmitirse eficazmente entre las personas por la vía respiratoria, ha venido hoy a trasladar ese asunto desde el mundo de la ficción al de la realidad. En ¿Alerta Pandémica? eso es sólo una parte menor de la novela, pero en Amaroncachi es la novela misma. Por lo demás, la experiencia de escribir una y otra fue para mí muy distinta, y no sabría decirte realmente con cuál de las dos disfruté más o cuál de ellas me parece mejor. Tal vez, por decir algo útil, en Amaroncachi hay más vivencia y más pasión, y en ¿Alerta Pandémica?, más reflexión.
3. ¿Qué es la Ficción Científica y cómo diferenciarla de la Ciencia Ficción clásica?
Bajo el paraguas de la ciencia-ficción se acogen cosas muy diversas, incluyendo a menudo la fantasía pura y dura. La ficción científica separa de todo lo demás aquello que se fundamenta bien en el conocimiento científico y que tiene, por consiguiente, algún viso de realidad. Como lector, no me disgusta en absoluto la fantasía, todo lo contrario. Pero como escritor, lo que a mí me interesa más, por el momento, es esa ficción que puede –o que podría en algún momento- aproximarse a la realidad, en eso soy fiel a esa frase de Mark Twain que dice que la diferencia entre ficción y realidad es que la primera tiene que resultar creíble. Obviamente, eso sólo puede lograrse si se disponen de conocimientos suficientes sobre las cuestiones que se plantean, y es por eso que mis historias han girado hasta ahora en torno a los virus. Proporcionar esa credibilidad a la historia que se cuenta, por ejemplo, en Amaroncachi me supuso muchas horas de estudio y de reflexión. En ese sentido, pienso que mis novelas de ficción científica cuentan, en relación a muchas otras, con la virtud de haber sido escritas por alguien que es especialista en los temas que se tratan, y que eso quizá las haga mejores que otras. Además, para los lectores hispanohablantes, presentan la ventaja de haber sido escritas directamente en castellano, lo que no es frecuente en este género.
4. Para muchos escritores dar título a su obra es un momento crítico, ¿cómo llegaste al tuyo?
La idea de escribir esta novela surgió cuando me vi profesionalmente involucrado en el análisis del brote epidémico de gripe del año 2009 y en la evaluación de la situación que desembocó finalmente en la declaración de la alerta pandémica. Por lo tanto, lo esencial del título de la novela estuvo ya ahí desde el principio. Luego, a medida que fui acumulando información y reflexionando sobre ella, surgieron los signos de interrogación. Comprendo que titular una novela con un interrogante no es habitual y puede resultar chocante, pero esos signos se me hicieron absolutamente necesarios en este caso, no es casualidad ni capricho que estén ahí.
5. Según el plan de preparación global de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ante una posible pandemia de gripe, existen seis fases de alerta. ¿Se violo alguna de estas fases en tu novela?
Por muchas razones – y pienso que todas muy sensatas- yo he querido dejar muy claro en todas partes que mi novela es sólo una obra de ficción, que no pretendo en absoluto presentarla como una obra de denuncia de nada que haya sucedido. Por eso utilizo nombres imaginarios para las instituciones que aparecen en ella y me invento también otras cosas. En ¿Alerta Pandémica?, esas fases que mencionas no son seis, sino ocho. La novela se centra en las circunstancias que permiten situar las cosas en el nivel 8 de alerta, que tendría su paralelismo en la realidad en el nivel 6 que establecen los documentos de la OMS. Sin embargo, todo lo que se cuenta en la novela sobre los cambios realizados en esos documentos coincide con la realidad; es decir, con los cambios que realmente se introdujeron en los documentos reales, que ya llevaban algunos años estudiándose y que entraron en vigor cuando ya se había detectado la aparición del nuevo virus H1N1 en Méjico. La clave de la cuestión reside, precisamente, en que ni en la novela ni en la realidad se viola ninguna norma vigente cuando se declara la pandemia, ya que se hace después de haber puesto en vigor los cambios que permiten que la declaración quede perfectamente de acuerdo con las normas.
6. Insistes en todo tu libro, desde el prólogo hasta los agradecimientos que se trata de una ficción. ¿Por qué no logro creerte?
Para mí, una obra de denuncia es una cosa muy seria que debe fundamentarse en las pruebas acumuladas a lo largo de una investigación rigurosa. Yo no he llevado a cabo tal investigación ni poseo tales pruebas, y sería por tanto muy irresponsable –y tal vez incluso delictivo- por mi parte pretender denunciar nada. No obstante, algunas de las circunstancias que se concretan en la novela se corresponden perfectamente con hechos reales, y es quizás eso lo que pueda mover al lector a no creerme por completo cuando le digo y le aseguro que lo que ha leído es ficción. Algunos textos de los documentos de la OMS se cambiaron exactamente en el sentido que se describe en la novela. Todo lo que se cuenta sobre las características del virus pandémico, y sobre sus semejanzas con ciertos virus gripales detectados previamente en los Estados Unidos, responde a la realidad. Los datos sobre la evolución de la pandemia y sobre su mortalidad asociada son reales, y los que se mencionan sobre la evolución de las ventas del Fluriol se corresponden exactamente con los disponibles para un antiviral real cuyo nombre no voy a mencionar. También es real todo lo que se dice sobre la eficacia de los antivirales y de las vacunas frente a la gripe, y son también reales los datos sobre la cobertura vacunal alcanzada en España en 2009 y sobre cuál era aquí la situación del brote epidémico cuando pudo comenzarse finalmente la campaña de vacunación.
Es, además, completamente cierto que se produjeron dos investigaciones parlamentarias sobre este asunto -una en Holanda y otra en el Consejo de Europa-, y que una de ellas derivó en el cese de un reputado virólogo europeo como asesor del ministerio de salud de un importante país de la Unión. Por último, también es cierto que los medios de comunicación mostraron un extraño desinterés por esas dos investigaciones, si se considera que todos habían mantenido la pandemia en primera página durante meses. Excepto la última, todas las notas de prensa que encabezan la tercera parte de la novela se corresponden textualmente con notas publicadas por diferentes medios en las mismas fechas, cambiando sólo lo necesario para encajarlas en la novela y atribuyéndolas a otros medios de comunicación diferentes de los reales. La bibliografía que se aporta al final de la novela respalda buena parte de todo esto que digo.
La novela es, en definitiva, una ficción montada en torno a una realidad, pero es ficción.
7. Desde los tiempos de Ronald Reagan (y aún antes) se habla de un gobierno detrás del gobierno. Verdaderos señores del mundo: ¿hay algo de cierto en esto?
Personalmente, pienso que las cosas son -no sé bien si por suerte o por desgracia-mucho más complejas que eso. Es obvio que el poder de los gobiernos es hoy día más limitado que antaño, pero dudo que esas limitaciones las establezca ningún “sanedrín” que opere en la sombra y que acuerde las decisiones. El entramado de los intereses económicos es en la actualidad -pienso yo- demasiado complejo como para eso, y me parece que las presiones sobre los gobiernos responden más a dinámicas de naturaleza caótica que a ocultas y turbias planificaciones. Creo que los sucesos de los últimos años nos enseñan que la sociedad funciona según lo que físicos y matemáticos definen como “sistemas complejos”, cuya caótica y azarosa dinámica pulveriza cualquier intento de predecir su comportamiento. En realidad, esto es así porque así es, y así se comporta, la Naturaleza , y nosotros no somos más que una parte integrante de ella. Los seres humanos no somos “diferentes”. Lo “artificial” es un mito, no existe. Sólo existe esa Naturaleza que incluye en sí, sin excepción, todas nuestras obras, todas nuestras emociones y todos nuestros comportamientos, y que nos somete en todo momento a sus leyes.
8. ¿Quiénes mueven los hilos de las pandemias? ¿Quiénes se benefician?
La palabra “pandemia” carece de un significado consensuado. Sólo en el caso de la gripe existe una definición que permite delimitar con objetividad cuándo una determinada situación epidemiológica entra en la consideración de pandemia. En ese sentido, la pandemia gripal declarada en 2009 cumplió todos los requisitos exigidos en los documentos aplicables, por lo que la declaración fue formalmente correcta, otra cosa es juzgar si lo que establecen esos documentos es o no acertado. A la vista de lo sucedido, yo pienso que no lo es, y que los cambios que se introdujeron en su día en ellos -que fueron claves para que aquélla situación pudiese ser calificada como pandemia gripal- debieran eliminarse, restaurando los textos anteriores al cambio. Por lo demás, no hay nadie, en principio, que se beneficie de la declaración de una pandemia, aunque sí puede haber quienes lo hagan en cada caso concreto. La industria farmacéutica es siempre el sospechoso más probable, pero puede haber otros muy diversos. Por poner un ejemplo, estoy seguro de que los turistas que no pasaron sus vacaciones en la Riviera Maya en 2009 las pasaron en otros sitios, y que el perjuicio que ello causó en Méjico se tradujo en inesperados –y muy bienvenidos- beneficios para otros que fueron completamente ajenos a la cuestión.
9. Peste Negra (siglo XVI), Gripe Española (1918- 1919), Sida (1980), Síndrome de las vacas locas (1990), A-H1N1 (2009) para mencionar solo algunas. ¿Responden a algún ciclo? o ¿Evolucionan según las técnicas de manipulación genética?
Me remito a mi comentario anterior sobre la naturaleza caótica y azarosa de los sucesos que tienen que ver con la Vida. Los agentes infecciosos, como cualquier otro ser vivo, no hacen sino aprovechar las oportunidades que se les presentan para incrementar sus opciones de supervivencia, y las circunstancias que terminan por generar esas oportunidades son diversas y muy complejas. Si dispusiésemos de espacio suficiente, podríamos entrar en el análisis de las que condujeron a cada una de las situaciones que mencionas, pero me temo que sería un ejercicio tan interesante como largo. Desde luego, lo que sí puedo asegurarte es que no existe el más mínimo indicio de que la manipulación genética haya tenido algo que ver con ninguna de ellas. Los cambios genéticos sí, pero resulta que es ese, precisamente, el motor principal de la Vida , el que mueve la evolución.
10. ¿Algún nuevo proyecto literario? ¿Nos adelantas algo a tus lectores?
¡Naturalmente!, lo hago encantado. Ando a vueltas con un suceso que se produjo durante el último tercio del siglo XIX entre los trabajadores de un astillero de la ciudad alemana de Bremen, se trata del primer brote epidémico de hepatitis B científicamente documentado en la historia de la Medicina. Las circunstancias políticas y geoestratégicas del momento eran muy interesantes, lo suficiente como para que -en la imaginativa mente de un novelista- aquélla epidemia pudiese haber respondido a circunstancias… digamos “provocadas”. Además, el momento histórico sería el adecuado para hacer entrar en acción a un personaje muy especial que se conoció años más tarde como “G”, el primer “G” de una serie ya famosa. Aún no estoy completamente seguro, tengo por delante bastantes horas de estudio, pero tal vez pueda haber ahí una buena novela, ya veremos.
¡Gracias José Manuel Echevarría por tus francas respuestas! Y por implicarte tanto en esta entrevista. En nombre de todos tus lectores –e invito a los que aún no lo son- te doy las gracias.
Sobre el Autor: José Manuel Echevarría Mayo (Madrid, 1953) es licenciado en Ciencias Químicas y doctor en Farmacia por la Universidad Complutense, y posee la titulación de especialista en Microbiología y Parasitología. Es socio fundador de la Sociedad Española de Virología y de la Sociedad Europea de Virología Clínica, y ostenta actualmente la jefatura del Área de Virología en el Centro Nacional de Microbiología del Instituto de Salud Carlos III. Es autor en más de 200 artículos publicados en revistas científicas y en otras publicaciones especializadas, incluyendo algunos de neto carácter divulgativo. También ha publicado en el campo de la Entomología, una de sus grandes aficiones. Su actividad como escritor de ficción no se inició, sin embargo, hasta 2007, con Amaroncachi, el agua de la anaconda, su primera novela. Lector asiduo de narrativa, su formación y su afición lo llevaron desde el principio a decantarse por la ficción científica, género tradicionalmente poco cultivado en lengua castellana, pero de notable éxito internacional. Con ¿Alerta Pandémica?, su segunda novela, se afianza en dicho género, al tiempo que sigue los magistrales pasos del polémico y malogrado Michael Crichton.